Page 294 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
los sonidos, no han cesado de crear aparatos destinados a
producir las más insospechadas sensaciones auditivas, y los
más sorprendentes efectos en el tratamiento de la sintaxis
musical. Aparte de instrumentos cuyas peculiaridades téc-
nicas se han traducido en toda una revolución en el arte de
componer y ejecutar la música, como el Neo bechstein, el
Theremin —que los venezolanos conocimos en 1945—,
el Trautonium o las Ondas Marthenot —de las que hizo
tan noble uso Honegger en su partitura de Juana de Arco en
la hoguera—, la organología tradicional ha ampliado con-
temporáneamente sus alcances comunicativos y ha des-
cubierto nuevos matices de expresión, en innovaciones
técnicas como la guitarra eléctrica, hoy tan popular, y el ór-
gano sin tubos inventado por Laurens Harrimond en 1934.
Desde Paul Hindemith hasta Stockhausen y John
Cage, ningún gran compositor contemporáneo dejó de ser-
virse alguna vez de los recursos de la electricidad o de la
electrónica para realzar el poder comunicativo de sus parti-
turas. En nuestro país ha sido el primero en adueñarse de
la electricidad para servir nobles exigencias del espíritu, el
solitario y fogoso maestro Antonio Estévez.
A dos venezolanos insignes como Carlos Raúl Villa-
nueva y su discípulo Fruto Vivas les corresponde el mé-
rito de haber profetizado una época en que como la intuyó
Baudelaire en su verso famoso, y como angustiosamente
intentó inaugurarla en su Orfeo el gran Scriabin, pudiera el
hombre comprobar que «aromas, colores y sonidos se res-
ponden». Orgullosos se sentirán estos maestros de haber
testimoniado tan maravillosa realización del espíritu hu-
manístico que orienta el siglo XX hacia una nueva inte-
gración de las artes, como la que se expresa en el Poema
Electrónico que compusieron entre el músico y Edgar Varése
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