Page 291 - Sencillamente Aquiles
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              la naturaleza, en vez de su emoción, como habían que-
              rido hacerlo los románticos. Para lograr esa finalidad,
              empeza ron por violentar algunas leyes de la composición
              tenidas hasta entonces por inmutables; a continuación, en
              músicos extraordinariamente imaginativos como el ruso
              Scriabin, aparecieron los experimentos de impresionismo
              sinestésico, un modo de música en que el piano se había
              acondicionado mecánica y eléctricamente, de tal manera
              que en simultaneidad con sus sonidos surgían de él luces
              de colores, que se proyectaban sobre una inmensa pantalla.
              Con antelación a Scriabin, que puso en práctica tan atrac-
              tiva invención en 1910 en la ciudad de Moscú, ya en 1891
              Paul Roinard y Flamen de Labrely habían estrenado en
              París su Canto de Salomón o Sinfonía del Amor Espiritual
              en Ocho Artificios Místicos y Tres Paráfrasis, en cuyo decurso
              se exponían en la sala exquisitos perfumes y se proyectaban
              rayos de distintos colores: unos y otros supuestamente
              complementarios de la música.
                  A medida que avanzaban la tecnología y la mecánica
              en el devenir del siglo XX, se les hacía más imperiosa a los
              artistas del sonido la urgencia de hallar recursos con qué
              traducir a términos musicales los ruidos en que el mundo
              contemporáneo descubría su insólito lenguaje: trepidar de
              motores en la tierra y en el aire, estallidos de bombas, te-
              cleos mecanográficos, locomotoras que aúllan en la noche,
              mensajes de telégrafo inalámbrico que se atraviesan en la
              audición radiofónica, sirenas de coche policial y angus-
              tiosos pitazos de la fábrica que llama a los obreros para
              que se restituyan al trabajo. Resultaba además imposible de
              con ciliar la música concebida en el estilo tradicional, con
              las formas en que se manifestaba el espíritu del siglo XX,
              en el ámbito de los espectáculos, lo mismo en la comedia

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