Page 293 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
del culto artístico de la máquina preconizado por los fu-
turistas. Aspiraba a expresar el espíritu de nuestro siglo
por medio de una música —decía él— «que fuese como
una máquina increíblemente hermosa». Gran sensación
causó en París y en el Nueva York de los años veinte su
Ballet Mecanique, cuyo heteróclito aparato orquestal in-
cluía hélices de avión, yunques, sierras, láminas de hoja-
lata, trozos de acero, timbres eléctricos y dieciséis pianolas
que sonaban simultáneamente.
Precursor de aquella tendencia a lograr una especie de
integración entre la tecnología y el arte fue el hoy casi ol-
vidado Luigi Russolo. Adherente del futurismo desde sus
primeros manifiestos, ya en 1913 anunciaba Russolo su pro-
pósito de crear una música que orquestara «los ruidos de las
puertas metálicas, del bullicio de la multitud, la inquietud
de las masas en las estaciones de ferrocarril, las fábricas de
acero, las imprentas, los camiones y los trenes subterrá-
neos». Y por lo mismo que para tan ambiciosa finalidad
no le servía ninguno de los instrumentos heredados de la
tradición ortodoxa, inventó diecinueve aparatos a los que
dio el nombre de ruideros. Para estos instrumentos com-
puso unas extrañas partituras que se llamaban El despertar
de la ciudad, Comiendo en la terraza del hotel o Aeroplanos y
automóviles. En sus ruideros —o como se llaman en ita-
liano, los intonarumori— aplicó por primera vez Russolo la
electricidad, para obtener ciertos efectos de tipo acústico
y algunos timbres inusitados.
Desde aquellos tiempos han venido proliferando en
todos los centros musicales del mundo los inventos de
naturaleza eléctrica relacionados con la música. Insatis-
fechos los artistas, lo mismo que los técnicos, de que la
electricidad tan solo sirviera para conservar o transmitir
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