Page 292 - Sencillamente Aquiles
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sencillamente aquiles
musical que en los dibujos animados o en las ficciones de
la radiofonía.
Más que de una cuestión de partitura o de reforzar la
música con trucos de color o de aromas, el problema que
entonces se les planteó a los artistas fue de un orden di-
ferente: se trataba de descubrir nuevos sonidos y, para lo-
grarlos, de inventar recursos instrumentales que no estaban
en la tradición.
Del afán con que entre los años 1915 y 1923 se en-
tregaron los compositores a la búsqueda de novedades
instrumentales para expresar en la música su mundo es
delicioso testimonio el acápite explicativo con que Erik
Satie encabeza una de sus partituras de entonces:
Esta obra está escrita para: dos flautas de émbolo, en fa
sostenido; un impermeable en do; un sifón en do; dos
clarinetes de émbolo en do menor; tres trombones de te-
clado en re bemol; un contrabajo de cuero, en do; y una
batea cromática, en si.
Una figura memorable de aquella década bulliciosa en
que los compositores trabajaban a la vez como técnicos y
como artistas, es el simpatiquísimo John Alden Carpenter,
que en su pantomima jazzística Krazy Kat (1921) lleva al
lenguaje de los sonidos y a la expresión escénica el dina-
mismo del cinematógrafo, la emoción de la ciudad mo-
derna, la vibración del siglo XX, y así lo hizo también en
su mejor obra en ese estilo, la que precisamente se llama
Skyscrapers (Rascacielos), compuesta en 1926 para los célebres
ballets de Diaghilev. Tuvo también mucha fama por aquella
época la personalidad juvenil de Jorge Antheil. Este com-
positor fue uno de los primeros devotos norteamericanos
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