Page 273 - Sencillamente Aquiles
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aquiles nazoa
por su pobreza a ser uno más de esos miles y miles que
en la realidad de este mundo sufren, envejecen y mueren
sin haber conocido jamás un solo minuto de felicidad en
su vida. Nos les mostramos como sumos practicantes de
la religión del amor; ya se sabe lo que en nuestro mundo
se entiende por ese alto sentimiento: una red de engaños,
trampas, intereses y odios soterrados. Le predicamos al
joven el amor a los grandes ideales de la libertad; el sacri-
ficio del transitorio bienestar por las superiores causas del
hombre, y en la realidad del diario vivir nos les mostramos
como una turba de gentes mezquinas, aferrados a peque-
ñísimos intereses y cosas de uso, que sofrenamos los latidos
de nuestro corazón y los impulsos de nuestra inteligencia
por temor a ser despojados de nuestras refrigeradoras, de
nuestros carros, de nuestras lavadoras, de nuestras puli-
doras, de nuestros tocadiscos, del cúmulo de objetos in-
útiles y vulgares a los que hemos vendido nuestra alma
y nuestra conciencia.
Nos quejamos de lo poco estudiosos que son nues-
tros jóvenes: la respuesta que él puede darle, desde su ex-
periencia, a este reproche es que ninguno de sus conocidos
que estudiaron matemáticas, griego, literatura y física ha
logrado, ni remotamente, llegar a las alturas de prosperidad
y significación social en que se encuentran los más cons-
picuos analfabetas de la nación, convertidos en auténticos
héroes nacionales por la televisión, la radio, el periodismo,
la politiquería y el comercio deportivo. En nuestra propia
acrimonia ante la juventud observamos una insinceridad
terrible; la censuramos en nombre de una moral, de un sen-
timiento de responsabilidad, de un deber de respeto y de
otras cosas bajo las cuales lo que en realidad palpita es el
melancólico resentimiento de comprobar que ya no somos
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