Page 96 - Sábado que nunca llega
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earle herrera


            Los ruidos y los gritos de todas las noches, los llamados
            al combate y las exclamaciones de guerra ya tenían hasta
            la coronilla la capacidad de soporte de todo San José.
            Había noches tranquilas, por supuesto, pero no eran
            más que el clásico paso atrás para dar los dos adelante.
            La gente seguía creyendo que todo el secreto estaba en la
            hora en que Pietro cerraba la puerta. ¿Para qué se encierra
            si no para cosas malas un italiano, portugués o híbrido
            a las ocho y media en punto de la noche? Los otros
            comerciantes del pueblo sostenían que el ítalo era un
            tronco de vivo que con el cuento de los espíritus se había
            cogido toda la clientela y que se encerraba temprano para
            contar tanta plata que tenía de a bojote. Los paisanos
            más sensatos decían que Pietro trabajaba hasta las ocho y
            media por dos simples (y no muy convincentes) razones:
            una, no tenía necesidad de hacerlo hasta más tarde; otra,
            le daba su muérgana gana. Un grupo de padres celosos,
            en cambio, afirmaban que el italiano o lo que sea todas
            las noches dejaba una muchacha encerrada en el abasto
            y que ya se había cogido a casi todas las mozas de San
            José, menos a las hijas de ellos porque siempre habían
            estado, están y estarían ojo pelao, moscas. Rigoberto, el
            único vago del pueblo oficialmente reconocido, aseguró
            en una fiesta demasiado concurrida que él una noche se
            había quedado escondido en el Abasto Pietro para ver qué
            diablos era lo que hacía el italiano, portugués o híbrido
            a las ocho y media, y descubrió que lo único que hacía
            desde esa hora hasta la medianoche era masturbarse en
            nombre de casi todas las damas del pueblo. Nadie le dio
            crédito a su insólita revelación porque Pietro no tenía
            cara de pajúo y, además, todos en San José sabían que
            el vago oficial se había ganado en Ciudad Bolívar el IX

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