Page 98 - Sábado que nunca llega
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earle herrera
el interés nacional. El sanjoseísmo a ultranza se convirtió
en un sentimiento—¿o ideología?— general que fanatizó
a mucha gente. La idea de tomar por asalto y sin
contemplaciones el Abasto Pietro, después de las ocho y
media pe eme, caló en el ánimo popular aunque por muy
distintas razones: en unos por chauvinismo y/o xenofobia.
En otros, por curiosidad. En otros para terminar de una
vez por todas con el misterio y la incertidumbre. En otros,
por inconfesables intenciones. Y en último sector por el
lógico y psicológico fenómeno del contagio. El misterio
de la puerta que se cerraba a las ocho y media de la noche
se iba a desmadejar prontamente.
El Comité pro Depuración de la Patria, en su mayoría
integrado por comerciantes y pulperos, tomó la dirección
del movimiento. A las nueve de la noche del martes trece
de abril la gente se fue congregando en la Plaza Mayor
(llamada así sin ninguna razón porque era la única que
existía en S.J.). Uno del Comité se montó sobre una
tarima improvisada y arengó a la poblada. Coraje, sobre
todo coraje, reclamó. Citó la gesta libertaria y recitó un
oportuno poema de un poeta nacional asesinado hace
algunos años por un polaco infiltrado. Recordó lo que
hicieron los bárbaros con la cultura romana y se extendió
en un interminable rosario de casos en que el cáncer
extranjero había carcomido la carne nacional. Mucha
gente no entendía muy bien qué tenía que ver Pietro con
todo eso pero se quedaba allí como quien presiente la
inminente llegada de una explicación. Otros, en cambio, se
mostraban resueltamente enardecidos. Un viejo que decía
estar seguro de que Pietro era un pernicioso y redomado
brujo —enviado del infierno sobre San José—, llevaba
en la diestra un cuchillo de plata para hundírselo en el
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