Page 93 - Sábado que nunca llega
P. 93
Tres veces intentaron quemarle el negocio y otras tantas
le habían rajado la cabeza. Frente al abasto, en una pared
vieja y blanca, escribieron estos versos en forma horizontal:
«Italiano, italiano —los pies te hieden— a queso de mano».
Pero por si acaso no eranapolitano sino de Lisboa, escribieron
seguidamente, en forma vertical:
Portugués, portugués
a queso amarillo
te hieden los pies.
consignas en tercetos que tenían como fin hacer que la
gente, a pesar del miedo a los espíritus, sintiera un poco
de asco y no le comprara a Pietro, pero todo fue en vano.
Inspirados por la misma xenofobia otros escritos pululaban
por todas partes del pueblo, desde «italiano sucio» hasta
«fuera el extranjero», pasando por «depuremos la patria».
Y las cosas no se quedaban en las consignas: una noche
a Pietro se le ocurrió salir del abasto quién sabe a qué
—a pasear tal vez— le propinaron una tremenda paliza
en la que perdió tres legítimos dientes europeos. Desde
entonces nunca más salió de su negocio y asistía a todo
lo que acontecía en San José desde atrás del mostrador,
del cual para la gente del pueblo pasó a formar parte
indivisible. Fue precisamente esa última vez que salió,
cuando le vieron comprar todos los muñecos de goma
del Bazar Árabe, negocio que dos semanas después sería
totalmente consumido por un rabioso, gigantesco y
meticuloso incendio.
Pero en realidad, nadie estaba seguro de las razones
por las cuales Pietro bajaba la puerta de hierro a esa
inviolable hora de la noche. Todo era especulación, rumor
83