Page 95 - Sábado que nunca llega
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sábado que nunca llega


                  Lo que no sabían muchos era que los ruidos de
              la medianoche no salían del Abasto Pietro, sino que
              provenían de afuera. Algunos vecinos creían —y otros,
              sostenían— que esos ruidos eran producto de peleas
              espirituales de ánimas en discordia. Pero nadie imaginaba
              que desde algún rincón de la noche, los incrédulos,
              los del Comité pro Depuración de la Patria, lanzaban
              contra la casa de Pietro todo tipo de gritos y toda clase
              de porquerías. Tal como la noche en que el calor y los
              zancudos —anófeles de mierda, diría Pietro al poco
              rato— se combinaban en una rara mezcla de insoportable
              agresividad y Pietro abrió una ventana para poder dormir.
              En eso una guaratara patriota cruzó el espacio y se le anidó
              en la frente. Más atrás, por la misma ventana, un grito se
              metió tajante y definitivo: «¡La guerra es la guerra, carajo,
              no le daremos tregua al extranjero!».
                  Mientras se curaba la herida, Pietro calibraba sus
              posibilidades de triunfo. Sabía de sobra que un ejército
              herido, si no actúa inteligentemente, está perdido. La
              noche anterior el enemigo había tomado por asalto toda la
              parte sur y amenazaba con avanzar hacia el norte. Lo del
              incendio de la bodega, aunque pudo controlarlo, también
              fue un golpe duro. El enemigo era implacable, no daba ni
              pedía tregua y además estaba en su terreno. Habría que
              sacarlo de allí, hacia un lugar neutral o adonde él tuviese
              por lo menos algunas posibilidades de victoria. Ahora
              esa herida en la cabeza, un error suyo haber abierto la
              ventana, quién le aseguraba que el calor y los zancudos no
              eran emisarios del otro bando. Era menester revisar toda
              la táctica y la estrategia. Y esa guaratara que se le había
              metido en la frente como una verdadera bala de cañón.



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