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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
de Savoya. Republicano, anticlerical, iconoclasta, en sus orígenes, el
fascismo se declaró más o menos agnóstico ante el régimen y la Iglesia
cuando se convirtió en un partido.
La bandera de la patria cubría todos los contrabandos y todos los
equívocos doctrinarios y programáticos. Los fascistas se atribuían la
representación exclusiva de la italianidad. Ambicionaban el monopolio
del patriotismo. Pugnaban por acaparar para su facción a los comba-
tientes y mutilados de la guerra. La demagogia y el oportunismo de
Mussolini y sus tenientes se beneficiaron, ampliamente, a este respecto,
de la maldiestra política de los socialistas, a quienes una insensata
e inoportuna vociferación antimilitarista habían enemistado con la
mayoría de los combatientes.
La conquista de Roma y del poder agravó el equívoco fascista. Los
fascistas se encontraron flanqueados por elementos liberales, demo-
cráticos, católicos, que ejercitaban sobre su mentalidad y su espíritu una
influencia cotidiana enervante. En las filas del fascismo se enrolaron,
además, muchas gentes seducidas únicamente por el éxito. La composi-
ción del fascismo se tornó espiritual y socialmente más heteróclita. Musso-
lini no pudo por esto, realizar plenamente el golpe de Estado. Llegó al
poder insurreccionalmente; pero buscó, en seguida, el apoyo de la mayoría
parlamentaria. Inauguró una política de compromisos y de transacciones.
Trató de legalizar su dictadura. Osciló entre el método dictatorial y el
método parlamentario. Declaró que el fascismo debía entrar cuanto antes
en la legalidad. Pero esta política fluctuante no podía cancelar las contra-
dicciones que minaban la unidad fascista. No tardaron en manifestarse en
el fascismo dos ánimas y dos mentalidades antitéticas. Una fracción extre-
mista o ultraísta propugnaba la inserción integral de la revolución fascista
en el Estatuto del Reino de Italia. El estado demoliberal debía, a su juicio,
ser reemplazado por el Estado fascista. Una fracción revisionista recla-
maba, en tanto, una rectificación más o menos extensa de la política del
partido. Condenaba la violencia arbitraria de los ras 111 de provincias. Los
ras, como se designa a los jefes o condottieri regionales del partido fascista,
ejercían sobre las provincias una autoridad medioeval y despótica. Contra
111 Ras expresión de origen abisinio.
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