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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista


              nido y alimentado por su exiguo territorio, existía una latente tendencia
              a la expansión. Dichas ideas encontraron, por tanto, una atmósfera favo-
              rable. Los factores demográficos y económicos coincidían con las suges-
              tiones literarias. La clase media, en particular, fue fácil presa del espíritu
              d’annunziano. (El proletariado, dirigido y controlado por el socialismo,
              era menos permeable a tal influencia). Con esta literatura colaboraban la
              filosofía idealista de Gentile y de Croce y todas las importaciones y trans-
              formaciones del pensamiento tudesco.
                 Idealistas, futuristas y d’annunzianos sintieron en el fascismo una
              obra  propia. Aceptaron  su  maternidad.  El  fascismo  estaba  unido  a  la
              mayoría de los intelectuales por un sensible cordón umbilical. D’Annunzio
              no se incorporó al fascismo, en el cual no podía ocupar una plaza de lugar-
              teniente; pero mantuvo con él cordiales relaciones y no rechazó su amor
              platónico. Y los futuristas se enrolaron voluntariamente en los rangos
              fascistas. El más ultraísta de los diarios fascistas, L’Impero de Roma, está
              aún dirigido por Mario Carli y Emilio Settimelli, dos sobrevivientes de
              la  experiencia  futurista.  Ardengo  Soffici,  otro  ex-futurista,  colabora
              en Il Popolo d’Italia, el órgano de Mussolini. Los filósofos del idealismo
              tampoco se regatearon al fascismo. Giovanni Gentile, después de reformar
              fascísticamente la enseñanza, hizo la apología idealista de la cachiporra.
              Finalmente, los literatos solitarios, sin escuela y sin capilla, también recla-
              maron un sitio en el cortejo victorioso del fascismo. Sem Benelli, uno de
              los mayores representantes de esa categoría literaria, demasiado cauto
              para vestir la “camisa negra”, colaboró con los fascistas, y sin confundirse
              con ellos, aprobó su praxis y sus métodos. En las últimas elecciones, Sem
              Benelli fue uno de los candidatos conspicuos de la lista ministerial.
                 Pero  esto  acontecía  en  los  tiempos  que  aún  eran  o  parecían  de
              plenitud y de apogeo de la gesta fascista. Desde que el fascismo empezó
              a declinar, los intelectuales comenzaron a rectificar su actitud. Los que
              guardaron silencio ante la marcha a Roma sienten hoy la necesidad de
              procesarla y condenarla. El fascismo ha perdido una gran parte de su
              clientela y de su séquito de intelectuales. Las consecuencias del asesi-
              nato de Matteotti 107  han apresurado las defecciones.

              107   Véase el artículo “La teoría fascista” en el presente tomo (N. de los E.).


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