Page 97 - La escena contemporánea y otros escritos
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Mariátegui: política revolucionaria. Contribución a la crítica socialista
doctrinas. Marchaba simplemente hacia la vida. La revolución ejercía en
él la misma atracción natural y orgánica que el mar, que el campo, que la
mujer, que la juventud y que el combate.
Y, después de la guerra, D’Annunzio volvió a aproximarse varias veces
a la revolución. Cuando ocupó Fiume, dijo que el fiumanismo era la causa
de todos los pueblos oprimidos, de todos los pueblos irredentos. Y envió un
telegrama a Lenin. Parece que Lenin quiso contestar a D’Annunzio. Pero
los socialistas italianos se opusieron a que los Soviets tomaran en serio el
gesto del poeta. D’Annunzio invitó a todos los sindicatos de Fiume a cola-
borar con él en la elaboración de la constitución fiumana. Algunos hombres
del ala izquierda del socialismo, inspirados por su instinto revolucionario,
propugnaron un entendimiento con D’Annunzio. Pero la burocracia del
socialismo y de los sindicatos rechazó y excomulgó esta proposición heré-
tica, declarando a D’Annunzio un diletante, un aventurero. La heterodoxia
y el individualismo del poeta repugnaban a su sentimiento revolucionario.
D’Annunzio, privado de toda cooperación doctrinaria, dio a Fiume una
constitución retórica. Una constitución de tono épico que es sin duda, uno
de los más curiosos documentos de la literatura política de estos tiempos.
En la portada de la Constitución del Arengo del Carnaro están escritas
estas palabras: “La vida es bella y digna de ser magníficamente vivida”. Y
en sus capítulos e incisos, la Constitución de Fiume asegura a los ciuda-
danos del Arengo del Carnero, una asistencia próvida, generosa e infi-
nita para su cuerpo, para su alma, para su imaginación y su músculo. En
la Constitución de Fiume existen toques de comunismo. No del moderno,
científico y dialéctico comunismo, de Marx y de Lenin, sino del utópico
y arcaico comunismo de la República de Platón, de la Ciudad del Sol de
Campanella y de la Ciudad de San Rafael de John Ruskin.
Liquidada la aventura de Fiume, D’Annunzio tuvo un período de
contacto y de negociaciones con algunos líderes del proletariado. En su
villa de Gardone, se entrevistaron con él D’Aragona y Baldesi, secreta-
rios de la Confederación General del Trabajo. Recibió, también la visita
de Tchicherin, que tornaba de Génova a Rusia. Pareció entonces inmi-
nente un acuerdo de D’Annunzio con los sindicatos y con el socialismo.
Eran los días en que los socialistas italianos, desvinculados de los comu-
nistas, parecían próximos a la colaboración ministerial. Pero la dictadura
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