Page 72 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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72  Rafael Ramón Castellanos



                 y temperamento. Los hubo como José Félix Ribas, severo con espa-
                 ñoles y canarios, desde la época de Miranda en 1812. Arismendi, al
                 igual de los peores realistas, se complacía en verter y mirar verter la
                 sangre humana...No era peor, en verdad, Arismendi que Bermúdez,
                 ni Bermúdez que Piar, ni Piar que José Félix Ribas, ni José Félix Ribas
                 que Bolívar. Todos fueron crueles, incluso Bolívar. Arismendi tuvo la
                 desgracia de que un grande escritor le cayese encima, consagrándole
                 con su odio como malvado. Y lo pinta sentado, con el cigarrillo en
                 la boca y el chafarote entre las piernas, presenciando complacido las
                 ejecuciones. De Santander se podía escribir más tarde, con justicia,
                 otro tanto... se ponía a presenciar las ejecuciones que él mismo or-
                 denaba... y todo esto, lo olvidaba para salir personalmente a cantar
                 con su escolta sobre los cadáveres de las víctimas. No la hacía peor
                 Boves, que carecía de la educación y el estudio de Santander. Para
                 entendernos, debemos hablar claro y decir la verdad.
                   La verdad está, como casi siempre, equidistante de los extremos.
                 Santander tenía viejos odios acumulados contra los españoles y al
                 poder les dio suelta. Arismendi se volvió un demonio en los prime-
                 ros años de la República cuando estaba fresca la persecución que le
                 hicieran los realistas en su joven esposa y en sus hijos. 91
               Y qué decir de la actitud del doctor y coronel Antonio Nicolás Briceño,
             quien elaboró un código sobre bases de la misma corporatura que la que
             utilizaban los realistas, con la particularidad en cuanto a que muchos de
             éstos eran iletrados, obtusos y secuaces, en tanto que él venía de titularse
             en la Universidad de Caracas y había sido legislador en nuestro primer

             Congreso Constituyente.
                   El doctor Antonio Nicolás Briceño era hombre de pasiones tre-
                 mendas, el odio suyo a los dominadores del país asumía actitudes
                 maratianas. Marat, en efecto, no deliraría con delirios más cruentos. 92


             [ 91 ]_ Ídem, p. 203-204.

             [ 92 ]_ Ídem, p. 107.
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