Page 71 - La dimensión internacional del Gran Mariscal de Ayacucho
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La dimension internacionaL deL Gran mariscaL de ayacucho 71



             tre los realistas, en hombres como el capitán general Cagigal, el Co-
             ronel Correa y en algunos jefes del ejército regular de España; entre
             los republicanos, en los campamentos de algunos jefes. De algunos,
             no de todos. Porque entre los patriotas también se han cometido
             barbaridades sin cuento, ya por contagio, ya en desquite y por casti-
             go; pero la barbarie, en suma, era quien triunfaba. Debemos insistir
             antes de pasar adelante: no confundirnos ni nadie debe confundir
             a los jefes españoles del ejército regular europeo, aunque entre ellos
             hubo tipos siniestros como Moxó, Aldama, otros —que rivalizaban
             con Antoñanzas y Rosete—, con los primitivos caudillos espontá-
             neos del absolutismo.

               Cuando entra Boves a Caracas sólo quedan en la población, se-
             gún cálculos del Oidor de la Real Audiencia, don José Francisco de
             Heredia, de las 45.000 almas que contaba la ciudad en 1810, luego
             decrecida por la emigración de los pueblos del Centro y Occidente,
             unas 5.000 personas entre monjas, niños, enfermos de los hospita-
             les y viejos achacosos e inválidos.
               Los demás habían muerto o habían emigrado a Oriente o se ha-
             bían huido a los montes, o estaban en los campamentos. Los huidos
             a los montes fueron saliendo poco a poco, incautamente, obedien-
             tes al Bando de las autoridades que obraban en nombre de España
             y de Fernando VII, para ir muriendo poco a poco en los patíbulos
             de Nepomuceno Quero venezolano al servicio de España; o mejor
             dicho, de Boves. 90
            No cabe duda que la obsesión era de parte y parte. Es que en esta con-
          tienda bélica, caldeados los ánimos, enceguecida la razón, desdoblada por
          el agobio psicológico la personalidad de los combatientes, la ansiedad pedía
          sangre. Continuemos tras las huellas de Blanco Fombona:
               Entre los jefes patriotas las crueldades absolutistas despertaron el
             sentimiento de venganza. También los hubo crueles por inclinación




          [ 90 ]_ Ídem, p. 135.
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