Page 67 - La Campaña de Quito
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66                                              La Campaña de Quito (1820-1822)



          que así dicho ataque se habría manifestado dentro de su verdadero
          carácter de ataque secundario, tendiendo como tal únicamente a la
          fase de desgaste; o bien —como hubiera sido preferible— lanzarlo con
          el mismo o a un menor número de fuerzas, pero mucho antes, esto es
          cuando solo se trataba de vencer la resistencia de los cazadores y del
          N.º 2 que impedían la ocupación de la loma, con lo que, indudable-
          mente, habría quedado siempre al comando posibilidades de llevar a
          efecto su primitivo plan.
               Durante el combate el comando superior ha dejado sentir su ac-
          ción en forma intensa, pero desde el momento que las unidades co-
          mienzan a abandonar el campo ella desaparece totalmente; y es en esta
          oportunidad, sin lugar a duda, que dicha acción se hacía más necesaria;
          pues la vacilación que se produce en el seno de las tropas, entre tomar
          el camino a Pasto o dirigirse al Panecillo, es obra exclusiva de la falta
          de órdenes que a su tiempo debían haber emanado del órgano director.
               Contando con el apoyo de los 300 jinetes perfectamente monta-
          dos, que permanecieron en formación en Añaquito, pudo el coronel
          López sino tentar una última resistencia en los alrededores de la ciu-
          dad o en torno del Panecillo, organizar por lo menos su retirada hacia
          Pasto, como lo había previsto el general Aymerich.
               En cuanto a la caballería, no obstante su manifiesta superioridad
          material sobre la patriota, no pudo o no supo participar de la lucha.
          Durante el combate es evidente que nada eficaz podía hacer debido
          al terreno escabroso en que se desarrollaba la acción; pero en los mo-
          mentos críticos de la retirada quedaba obligada a intervenir, en el lla-
          no, resueltamente con sus lanzas para cubrir el repliegue o contener
          siquiera los primeros síntomas de dispersión.
               Algunos historiadores hacen sobre el particular y sus derivacio-
          nes posteriores, duros cargos al coronel Tolrá; pero aunque estos no
          fueran expresados, es suficiente recurrir al análisis de los hechos para
          deducir que la pasividad de esa tropa, agravada después por una pron-
          ta dispersión, indigna del legendario valor español, recae sobre su co-
          mandante el citado coronel Tolrá.
               Hoy el espíritu de la doctrina, que es una sola, no admite distin-
          gos en las condiciones de orden moral que deben reunir los oficiales
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