Page 42 - La Campaña de Quito
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Felipe de la Barra                                               41


               Siguiendo la letra de este documento, que dicho sea de una vez es
          poco explícito, parece deducirse que el propósito del comando fuera
          —empleando sus mismos términos— de excusar tan solo al enemigo a
          fin de poder dirigirse con libertad a Quito, o simplemente de sacar al
          mismo de sus posiciones; y entonces, al aceptar esta conclusión, habría
          que convenir que el comandante del ejército patriota estaba influenciado
          o profesaba todavía las antiguas ideas sobre arte militar en que se tomaba
          por objetivo ciudades, pretendiendo rendir al enemigo con la posesión
          de estas, o que se asignaba al terreno un valor tan excesivo que iba en des-
          medro de los otros factores de la lucha, considerándolo casi como un fin
          y no como un medio; y de allí que a las posiciones del enemigo llamadas
          de ordinario “inexpugnables”, en atención a que ofrecían obstáculos más
          o menos grandes, se le respondiese con la elección de otras del mismo
          género, de tal suerte que la batalla venía a producirse por acto involunta-
          rio antes que voluntario del jefe y ya cuando se habían agotado todos los
          medios de diversión o amenaza en torno de las posiciones enemigas. Es
          decir, pues, la práctica de la estrategia de nominada “conservadora”, pero
          que ya Napoleón había echado por tierra desde sus primeras campañas.
               Sin embargo, si se estudian las consecuencias por derivarse de estos
          movimientos, tal como lógicamente podía y tenía que haberlas apreciado
          el comando, dado su conocimiento acerca de la situación del enemigo y
          de la naturaleza del territorio, al tiempo que se tienen presentes las ideas
          evidenciadas ya por Sucre en la conducción de las operaciones anterio-
          res, resulta sin duda que la letra del parte oficial a que nos referimos no
          traduce su verdadero espíritu, el cual no es otro que ir a la batalla y em-
          pleando para esto los procedimientos especiales que le sugiere —o mejor
          dicho que le impone— el terreno abrupto en que opera.
               Sucre, en efecto, al tomar el camino de Limpiopungu, que después
          de faldear el Cotopaxi y atravesar el valle de Chillo desemboca sobre el
          camino principal a Quito, un poco al sur de esta ciudad, venía por fuerza
          a caer sobre la línea de comunicaciones del enemigo y a una distancia
          media entre las posiciones ocupadas por este y la capital. La consecuen-
          cia inmediata de tal acto sería, pues, el combate librado por Sucre, sea
          cayendo por sorpresa sobre el realista o sea esperando al mismo sobre
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