Page 46 - La Campaña de Quito
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Felipe de la Barra                                               45


               Mucho antes de que Sucre fuera nombrado para la conducción
          de las operaciones en el Ecuador, Bolívar había expresado su opinión
          acerca del joven general, diciendo: “Reúne los conocimientos pro-
          fesionales de Soublette, el bondadoso carácter de Briceño, el talento
          de Santander y la actividad de Salón”. Esta frase contiene sin duda
          el mejor elogio de las condiciones que lo distinguían, elogio que es
          tanto más de apreciarse cuanto que en él se destaca Sucre encarnan-
          do el conjunto de cualidades que aparecen aisladas en los generales
          más sobresalientes de las campañas de Venezuela y Nueva Granada.
          ¡Ya por entonces el Libertador, con la clarividencia de su genio, había
          penetrado los futuros destinos del que iba a ser el más glorioso de sus
          generales y sin disputa el primero —después del mismo Bolívar y San
          Martín—, de todos los de la América del Sur!


          Realistas

               El general Murgeon, que desde Quito ejercía el comando superior
          de las tropas, piensa seguir un plan que puede sintetizarse así: mantener
          un mínimum de fuerzas en la frontera de Pasto y oponer el grueso al ejér-
          cito de Sucre que amenazaba por el sur; batido este volver a Pasto para
          hacer frente a las tropas enemigas de esta dirección.
               Para la consecución de su proyecto el general español contaba, en
          lo tocante al norte, con la ayuda de los pastusos fieles aliados de la causa
          realista, las formidables defensas naturales de esa región (particularmente
          la línea del Juanambú), cosas ambas que lo relevarían de mantener, por
          determinado tiempo, crecidas fuerzas en esta dirección; y en lo que res-
          pecta al sur, con la cooperación de la escuadra, que le permitiría bloquear
          Guayaquil, y de un modo general con el aumento de sus efectivos a cuya
          formación se había dedicado activamente, ya convocando a las milicias
          como libertando a los esclavos para enrolarlos. En tales condiciones las
          tropas situadas en Cuenca al principio del año, constituían solo una van-
          guardia; y de acá las instrucciones que dio al jefe de esta, el coronel Tolrá,
          de no comprometer combate sin tener seguro el éxito.
               Empero, la defección de la escuadra que el 15 de febrero se entregó
          a las autoridades de Guayaquil, según es sabido, y muy luego la rápida
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