Page 48 - La Campaña de Quito
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Felipe de la Barra                                               47


               Este primer acto del jefe realista reveló sin duda acierto, ya que
          batir sin demora a la vanguardia enemiga significaba también batir
          después al grueso: pero en la ejecución desaparece la firmeza que ha
          informado su concepción, pues se mueve con lentitud y exagerada
          prudencia, por lo que aquella tropa puede replegarse sin sufrir siquie-
          ra el quebrantamiento moral que podía derivarse de una persecución
          enérgica aunque breve. Obrando con la actividad que el caso requería,
          es incuestionable que la habría rendido, transformando, tal vez desde
          este momento, la situación a su favor.
               Posesionado en las alturas de Santa Cruz, con el propósito de ce-
          rrar al enemigo la entrada a Riobamba, permite que este caiga sobre
          un flanco de ellas —mediante el aprovechamiento que hace de un pa-
          saje inmediato—, por lo que se ve obligado a abandonarlas; siendo la
          consecuencia final una retirada súbita y un desgraciado combate de
          caballería con daño de lo que en sus especiales condiciones era de
          apreciarse más, es decir, las fuerzas morales. Bien pudo el coronel re-
          alista detener a los patriotas por un tiempo largo o dificultarles por lo
          menos el paso, și con mejor golpe de vista adopta un dispositivo que le
          hubiese permitido hacer frente a cualquier dirección, alejando así de
          su espíritu la idea que lo conduce a guardar solo el pasaje principal de
          San Luis como si el enemigo fuera incapaz de hacer un esfuerzo para
          arbitrarse otro paso,
               Tomado el mando de las tropas por el coronel López, cuyo pri-
          mer acto saltante es la ocupación de las posiciones Jalupana y Viudita,
          retrógrada hasta las inmediaciones de Quito cuando sabe el avance de
          los patriotas por el camino de Limpiopungu. El movimiento es desde
          luego necesario al punto de conservar sus comunicaciones con la ca-
          pital y no ser cortado; pero una vez situado en las colinas de Puengasi,
          permanece en una pasividad desconcertante sin tratar siquiera de di-
          ficultar —ya que no quiso impedir— la desembocadura del enemigo
          sobre el valle de Chillo y posteriormente su entrada a la zona de Turu-
          bamba, que este realiza mediante un peligroso movimiento de flanco,
          o, por último, de retirar los recursos de toda esta región.
               Si hasta ahora se ha notado en la conducción de las operaciones una
          marcada desorientación, sin que sea dable poner en claro los intenciones
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