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40 La Campaña de Quito (1820-1822)
Cuando por esta circunstancia la situación se presentaba gravísi-
ma, dejando hasta entrever la amenaza de una guerra entre el Perú y
Colombia, surge la figura de San Martín que dando muestras de su pon-
deración y amor bien entendido a la libertad, la conjura mediante la
resolución de hacer que Santa Cruz continúe la campaña bajo la órdenes
de Sucre (12 de marzo).
Como estos sucesos tienen lugar casi en los primeros días del in-
greso a Cuenca, es de estimarse que el prolongado alto del ejército pa-
triota en esta ciudad ha obedecido a los incidentes referidos. Explicada
así la causa, queda por lo tanto, como única evidencia, la relación íntima
que existe entre la guerra y la política, y de consiguiente sus derivaciones
o reflejos sobre la conducción de las operaciones.
A partir de Cuenca la ofensiva ya es franca; no desde luego con la
resolución que hoy, por ejemplo, sería dable exigir, pero sí dejándose ver
que se busca la batalla, como lo confirma las disposiciones que toma el
comando para el ataque de las alturas de Santa Cruz y luego el recono-
cimiento que hace practicar sobre Riobamba y que motiva el combate
del 21 de abril.
Al ocupar Latacunga y saber que los realistas se mantenían en las
posiciones de Jalupana y Viudita, dominando completamente el cami-
no principal a Quito, que hasta entonces constituye el eje de la línea de
operaciones de los patriotas, Sucre resuelve tomar el camino oriental de
Limpiopungu por donde vendrá a caer a retaguardia de aquellas posi-
ciones; y a continuación, cuando el enemigo ha retrogradado hasta las
alturas de Puengasi y las mismas goteras de la ciudad, decide faldear el
Pichincha para salir al campo de Añaquito, nuevamente a retaguardia
de los realistas.
He aquí la parte de la campaña que ofrece mayor interés y en la que
conviene, por lo tanto, estudiar esta cuestión perfectamente marcada:
¿cuál ha sido el fin perseguido por el comando uno y otro movimiento?
En su parte oficial dice Sucre, refiriéndose a la marcha por Lim-
piopungu, “que fue necesario excusar los inaccesibles pasos de Jalupana
y Viudita”; y al hablar del movimiento por el Pichincha, “que resolvió
colocarse en Añaquito que es un mejor terreno y que lo ponía entre
Quito y Pasto”.