Page 38 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  37 37


           Juan Solís –dice– le llamábamos “tras la puerta” por la afición que
           tenía de oír sin ser visto. A Tarifa “el de las manos blancas” porque
           no servía para guerra ni cosa de trabajo; a Pedro de Iricio el “pasi-
           tilla y lo que veíamos de él no era para nada...” Tales detalles van
           pasando numerosos y evocadores en la corriente de los hechos. La
           actuación de doña Marina pasa también en el fresco tumulto. Ella

           será la flor de la narración que no es propiamente una historia, sino
           algo mucho más alto y más bello: un romance en prosa.
              Siento que más de una persona debe pensar que estoy hablando

           así por achaques del oficio y que para no desbarrar mejor, sería que
           me quedase siempre dentro de mi cercado de novelista. Pues bien, no.
           Estoy segura de que no desbarro y de que es casi un deber el proclamar
           la superioridad moral de este género de narraciones. Junto a ellos la

           verdad histórica, la otra, la oficial, resulta ser una especie de banquete
           de hombres solos. Se dicen con etiqueta alrededor de una mesa, cosas
           inteligentes y se pronuncian discursos elocuentes a los cuales no
           acude el corazón porque surgen de reuniones forzadas. Son rumores

           de falsas fiestas. Excluidas las mujeres se ha cortado uno de los hilos
           conductores de la vida. En cambio, en los romanos y en los evange-

           lios, historias vivas y conmovedoras por excelencia, figuran en primer
           rango como en esta de Bernal Díaz no solo las mujeres, sino hasta los
           animales amigos y hermanos. Han pasado casi dos mil años y el aliento
           de la mula y el buey de Belén sigue calentando corazones. El drama de
           la pasión fue escrito por los evangelistas que eran cronistas rudos del
           género de Bernal Díaz. Ningún gran escritor de la época, ni siquiera el
           exquisito Plutarco, hubiera podido grabarlo con igual fuerza duradera.
           En la pasión un gallo tiene su salida a escena que es muy importante
           y las mujeres pasan en tropel siguiendo las peripecias del drama lo
           mismo que doña Marina. Nadie les corta el paso, al contrario; adelante
           todas. Son ellas, las heroínas del día. Es un drama callejero al cual todos
           se asoman. Descrito y representado sin cesar desde hace veinte siglos
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