Page 34 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
P. 34
Teresa de la Parra 33 33
idioma de los diversos pueblos que iba a someter Cortés. De modo,
que a su inteligencia natural, unía la amplitud de miras que da el
haber viajado y el tacto refinado que da el haber sufrido. Habla la
lengua maya, la lengua azteca y aprendió muy pronto a expresarse
en español con tal soltura y claridad como si hubiese nacido en
Sevilla.
Difícilmente podemos figurarnos la impresión deslumbradora
que debió de producir en la imaginación de doña Marina la persona
de Cortés. Poderoso dios blanco, hijo del sol y de la luna (según
creencia común de todos los indios), embajador de lo descono-
cido, capitán de dioses, encerraba el trueno y el rayo en sus armas
de combate, corría velozmente sobre animales que parecían tener
alas; su estatura y su barba lo anunciaban invencible y su presencia
predicha según antiguas profecías llegaba a destruir el imperio y
abrir sobre sus ruinas la era nueva. Si para los indios Cortés era el
anticristo azteca, sus armas, caballos y soldados monstruos de un
apocalipsis de desolación y de muerte, para las indias como doña
Marina era sin duda el Mesías.
Poco o nada debía doña Marina a los suyos. Su madre la había
vendido para despojarla. En su amargo rodar de pueblo en pueblo
había conocido entre lágrimas la condición de las mujeres humildes
de su raza. Relegadas a los más viles trabajos, maltratadas, vendidas
por los hombres de unos a otros como víctimas para los sacrificios
cuando niñas, como esclavas, para el matrimonio, cuando adultas,
iban sin duda a mejorar de situación bajo aquellos nuevos dueños
que adoraban un ídolo femenino con un niño en los brazos. Al
aliarse con tanto ardor a Cortés y a la causa de los blancos contra
los suyos, doña Marina, obedeciendo a imperativos revolucionarios
iniciaba en alas de su amor, la futura reconciliación de las dos razas
e iniciaba además en América aunque en forma muy rudimentaria
aún, la primera campaña feminista.