Page 36 - Influencia de las mujeres en la formación del alma americana
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Teresa de la Parra  35 35

              Las pasiones de Cortés eran violentas y cortas. Su amor por doña
           Marina se cambió pronto en apacible aprecio. Algún tiempo después
           de la Conquista de México la casó con el hidalgo español, don Juan de
           Jaramillo. “Doña Marina, que tenía mucho ser y mandaba ya abso-
           lutamente en todos los indios de la Nueva España”, dice el cronista,
           aceptó el matrimonio con resignación. Le quedaba de aquella larga
           guerra, en la que fue alma como mediadora y consejera, el recuerdo
           de un gran amor, la rehabilitación de su poder ante los indios y su
           hijo don Martín Cortés, hidalgo español y caballero de Santiago.
              Oigamos cómo cuenta Bernal Díaz del Castillo la escena de
           sabor bíblico en la cual, por circunstancias inesperadas, se encuen-
           tran frente a frente doña Marina y su madre, la india que la había
           vendido siendo niña.
              “Estando Cortés en la villa de Guazagualco –dice Bernal Díaz–,
           envió a llamar a todos los caciques de aquella provincia para hacerles
           un parlamento acerca de la Santa Doctrina y sobre su tratamiento.
           Entonces vino la madre de doña Marina y su hermano de madre,
           Lázaro, que así se llamó después de vuelto cristiano y con ellos otros
           caciques. Al ver la vieja a doña Marina conoció que claramente
           era su hija por lo mucho que se le parecía. La madre y el hermano
           tuvieron miedo de la que creyeron que los mandaba llamar para
           matarlos, y lloraban. Y como así los vido llorar la doña Marina los
           consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la vendieron a
           los Xicalango, no supieron lo que hacían y se los perdonaba y les
           dio muchas ropas y joyas de oro, y les dijo que Dios le había hecho
           mucha merced en quitarla de adorar ídolos agora y ser casada con
           un caballero como era su marido, y tener un hijo de su señor Cortés,
           que, aunque la hicieran cacica de todas cuantas provincias hubiera
           en la Nueva España, no lo sería, que en más tenía servir a su marido
           Cortés que cuanto en el mundo había y todo esto que cuento aquí lo

           vi muy certificadamente y lo juro, amén”.
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