Page 93 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
¿Es un ciego como los de Sábato o un invidente como los de
Saramago? ¿Se marchará un día sin dejar rastros o ya se quedó
para siempre entre nosotros, así se vaya? ¿Cuál es su biología,
cuál su metabolismo? ¿Qué zoológico de chatarras lo adoptará,
qué museo antediluviano?
Buscando entender al pájaro ciego que siempre me miró fi-
jamente con su ojo ciego, hurgué en las venas de Eduardo Galeano
y al abrirlas, encontré la descripción de Salvador Garmendia,
manando sabiduría y amor de Patria Grande desde las entrañas
de América Latina:
“Salvador Garmendia –escribe Galeano–, el novelista que
reinventó el infierno prefabricado de toda esta cultura de conquista,
la cultura del petróleo, me escribía en una carta a mediados de 1969:
‘¿Has visto un balancín, el aparato que extrae el petróleo crudo?
Tiene la forma de un gran pájaro negro cuya cabeza puntiaguda
sube y baja pesadamente, día y noche, sin detenerse un segundo: es
el único buitre que no come mierda. ¿Qué pasará cuando oigamos el
ruido característico del sorbedor al acabarse el líquido? La obertura
grotesca ya empieza a escucharse en el lago de Maracaibo, donde
de la noche a la mañana brotaron pueblos fabulosos con cinema-
tógrafos, supermercados, dancings, hervideros de putas y garitos,
donde el dinero no tenía valor. Hace poco hice un recorrido por ahí
y sentí una garra en el estómago. El olor a muerto y a chatarra es
más fuerte que el del aceite”.
Prosigue Salvador, en su carta a Eduardo Galeano, des-
cribiendo con sus incómodas y eficaces imágenes la cultura
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