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Guanipa Endenantico
sombra que cruzó sus cielos anunciando el adiós de Miguel
Otero Silva.
En El Tigre muy poco se toman en cuenta las sesudas críti-
cas a la novela de MOS. “La novela somos nosotros”, se suele decir.
Hace poco murió el último personaje de Oficina N° 1, sí, porque
los personajes andaban por allí, entre la gente, por el mercado y
las calles, con el orgullo de formar parte de la novela del famoso
escritor y ser, al mismo tiempo, de carne y hueso. Y los más jóvenes
los mirábamos con admiración y asombro porque no es común
toparse con gente que pertenezca a dos mundos: el de la vida y el de
la novela, el de la realidad y el de la ficción. Solo los creadores tienen
el don de hacer tal milagro y eso fue lo que hizo Miguel Otero Silva.
Ahora a Campo Oficina, en El Tigre, usted puede llegar por
dos caminos. Por el que siguió Miguel Otero Silva, el hombre, para
arribar al primer pozo petrolero de la zona, o por el que inventó y
trazó Miguel Otero Silva, el novelista, para perpetuar en la palabra y
la memoria la fundación de un pueblo. Quienes por aquí nacimos,
pudimos crecer con los pies sobre la realidad y la ficción, gracias
al novelista que como los magos y alquimistas, fundió en una sola
las dos dimensiones. Los personajes de Oficina N° 1 se fueron
muriendo en la vida real, pero ¿quién dijo que los personajes de
una novela morían? Y como nadie muere dos veces, hay un Miguel
Otero Silva que bajo el sol y las lunas de los indios Kariñas, por el
medio del viento, siempre andará por las calles de El Tigre, con sus
grandes zancos de Gulliver, fabulador y poeta.
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