Page 89 - Guanipa-Endenantico

Earle Herrera

baja, para no interrumpir ni perturbar al vecino. Cada quien,
en su asiento, viajaba con la cabeza metida en el cuaderno de

apuntes, en la Tierra y sus recursos o el Algebra de Baldor y su
trampajaula de las cien palomas y el gavilán. Así debió ser el
ambiente en la Biblioteca de Alejandría, pero rodando por la
sabana con su carga de sueños, miradas furtivas, chuletas en

las piernas y fórmulas químicas en las manos. Eran noches de
amanecer bajo los postes de la plaza o el alumbrado público,
aprendiendo a beber café, a fumar sin toser y, algunas veces,
a amar sin adjetivo ni predicado, en una oración sencilla y

misteriosa.

El chuto va a la guerra. Un mediodía de 1961, inicios
de una década violenta, uno de los “Burros” no llegó a recoger

a los liceístas. Se corrió la voz de que había sido secuestrado
por una célula guerrillera. El asunto era emocionante y rom-
pía la rutina de aquellos veranos calcinantes de los campos y
pueblos que brotaron al bombeo –sístoles y diástoles de la Mesa

de Guanipa– del pozo Oficina N° 1. El Sindicato Petrolero de
El Tigre se forjó en duras luchas laborales y políticas. El par-
tido de gobierno, Acción Democrática, buscaba rescatarlo de
las manos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria y el

Partido Comunista de Venezuela. Esto se dimiría a sangre y
fuego. Imaginábamos al Burro convertido en un colador de
balas de fusilerías y pistolas. Pero nada de eso ocurrió. Por la
tarde lo consiguieron estacionado en una de las calles de Campo

Oficina. Al siguiente día, sin heridas de guerra, estaba haciendo
su bulliciosa ruta San Tomé-El Tigrito-El Tigre.

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