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Earle Herrera
EL BURRO SUBVERSIVO
Alguien o algo que va todos los días al liceo no debería ser lla-
mado burro, pero así denominaban al largo tracto-camión que
nos llevaba todos los días al “Briceño Méndez”. Se trataba de
un chuto que en vez de una plataforma de gandola, remolcaba
una especie de autobús. Ignoro por qué le pusieron ese nom-
bre asnal al transporte de liceístas, pues por esta, les juro que
entre sus jóvenes pasajeros había muchas lumbreras, “cráneos”
y “cerebritos”. No serían un Consejo de Sabios Griegos, vamos,
pero tampoco un atajo de limitados, bien lejos. Si había uno
que otro u otra taparita, valga el lugar común, era la excepción
que confirma la regla. ¡Tremenda frase!
El transporte fue una conquista que los trabajadores
petroleros de la Mene Grande Oil Company de San Tomé lo-
graron para sus hijos. Una vez que estos concluían la primaria,
debían proseguir la secundaria en el Liceo Briceño Méndez
de El Tigre, separado por unos 15 kilómetros. Entre ambos
pueblos estaba El Tigrito, de modo que para pasar por allí
sin problema, El Burro debía recoger a los muchachos que
estudiaban en el mismo liceo, pues no existía otro por allí. El
chuto con su valioso cargamento, disculpen la modestia con
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