Page 82 - Guanipa-Endenantico
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Guanipa Endenantico
en su cuarto, junto al cetro y la corona y demás cosas de su
realeza, hasta que el camarada apareciera. Pero no apareció
en lo que restaba de año. Ni el otro.
Migda se casó y tuvo bellos niños, me contaron los
caminos. Años después me encontré con el expresidente del
Centro de Estudiantes, con algunas canas “plateando su sien”,
y entre tantos recuerdos refrescados, no se acordaba de la 22.
El trato policial de aquel mismo día en que la pistola pasó de
sus manos a las mías y de las mías a la de la bella soberana
de San José de Guanipa, fue eficazmente amnésico. El olvido
protege al prisionero.
–La reina se quedó con la 22.
Pareció no entender cuando le informé el destino de
aquella pistolita. Ahora me asaltan las dudas. Migda no era
precisamente una femme fatale armada, sino la joven reina de
un pueblo de paz. Algunos excompañeros me aseguran que
ella, con gran naturalidad, me devolvió una tarde la 22 en el
laboratorio de mineralogía
–Si fue así –respondí–, debe estar todavía allí, no Migda,
la 22.
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