Page 187 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
mister”, Good morning, boy, how do you do’”. Lecciones inter-
minables que nos hacían dormir la lengua y nos provocaban
calambres en ella de tanto retorcerla para lograr una pronun-
ciación más o menos correcta, más o menos elegante. Porque el
profesor de inglés, que se hacía llamar Anthony Smith, aunque
todo el mundo sabía que su nombre era Antonio Pérez Pelado,
decía que estaba raspado el que pronunciara el inglés como los
trinitarios, que el inglés había que pronunciarlo con la elegan-
cia y el buen gusto de los neoyorkinos; por eso Antonio Pérez
era llamado el norteamericano oxidado, tipo raro de verdad,
que vivía permanentemente arrepentido de no haber nacido
en Nueva York o (aunque hubiera sido) en el estado de Texas,
y en consecuencia, vertía su irreparable tragedia de nacido en
el muelle de Cariaco, en tremendos cero cinco, cero seis, cero
siete, bueno, sacarle diez a Smith era una proeza, sobrada ra-
zón por la cual le habíamos quemado dos carros importados.
Empujé la puerta y experimenté verdadero agrado al
no descubrir, al lado del pizarrón, la figura bien trajeada, recta
y correcta de Teacher Smith. Aliviado, me llegué hasta el es-
critorio y me dieron ganas de orinar sobre él, de desquitarme
tanta humillación profesoral pero me aguanté, al fin y al cabo
la madera no era culpable de nada. El salón estaba vacío, ho-
rriblemente silencioso, un silencio que se podía palpar con
los párpados. Los puestos más vacíos y silenciosos, donde el
silencio parecía concentrarse mayormente, eran el de Pelagajo
y el de Morrocoyloco. Me senté sobre el escritorio profeso-
ral y empecé a dictar una clase distinta, fuera de esquemitas
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