Page 183 - Guanipa-Endenantico
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Earle Herrera
DETRÁS DE CADA PUERTA EL SILENCIO
Aproveché que era domingo para colarme al interior del li-
ceo, brincando la alambrada. Me sentía triste y nervioso, sa-
bía que iba a descubrir unas cuantas cosas, que el liceo me
revelaría muchos secretos, sabía que me iba a contar de su so-
ledad. Un liceo, un domingo, en tiempo de vacaciones, tiene
que ser algo sobrecogedor. Todo el mundo se debe preguntar
dónde se mete la bulla al irse los estudiantes y se debe pre-
guntar por qué el silencio no puede profanar al liceo vacío.
Era una mañana de agosto, húmeda, violácea, silenciosa, que
todavía guardaba el olor a examen final, ese olor impreciso
que hace que los miembros del jurado examinador parez-
can seres lejanos, de ojos fijos, voz grave, seres casi mágicos
y terríficos. Olía a prueba oral y a miedo, a pregunta rara y
mal intencionada que uno nunca ha leído en ninguna parte
y cuya respuesta se encuentra en un solo sitio: en lo más pro-
fundo, en lo más recóndito del cerebro del jurado. Olía así y
yo sentía lo agrio en la garganta. Olía a julio.
Salté y los guachicones sobre la grama produjeron
un ruido fofo, como cuando una gelatina cae al suelo, pero
a mí me pareció el estallido del tumbarrancho metido por
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