Page 182 - Guanipa-Endenantico
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Guanipa Endenantico


            tronar ensordecedores, con un ruido que se le antoja infernal
            a Caregato cuando los índices taponeándole los oídos, lo sigue

            escuchando con otros tímpanos más hondos.

                  Caregato baja del chaparro y sonámbulo camina hacia
            el montón de tierra, palos, lozas, puertas, ladrillos, ¿casas?

            Todo vuelto trizas-pocilga-ruina. Siente que La Leona fue
            un pueblo en el que vivió hace tantísimo tiempo. Siente lo
            mismo que sintió aquella vez que vio a su madre perderse
            como un puntito oscuro en la inmensidad de la sabana, que

            la vio desaparecer por la única calle de La Leona, cada vez
            más pequeña, un puntico en lontananza y de golpe, así, zuás,
            se perdió para siempre de su vista. Como sonámbulo va re-
            cogiendo y botando pedazos de destrozos de aquí y de allá.

            Lejos están los tractores del silencio que guarda la sabana ante
            el dolor de Caregato que no aguanta más y estalla en llanto y
            de cuando en vez se interrumpe y rezonga: ¡Coño, los musiús,
            los musiús, no jó!


                  Y Caregato, quien algún día será un hombre jecho y dere-
            cho, sentado como sea sobre las ruinas de lo que fue La Leona,
            lleno de llanto y soledad y de sueños, forma un cuadro extraño

            en medio del atardecer de la Mesa de Guanipa que le bebe
            su sombra alargada y grotesca, como un maltrecho signo de
            interrogación encogido en la íngrima sabana.










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