Page 85 - Fricción y realidad en el Caracazo
P. 85

earle herrera


              siones de los medios —sobre todo la televisión y la radio—
              de lo que ocurría en Caracas y Guarenas en horas de la
              mañana, coadyuvaron a la expansión de la protesta por
              toda la ciudad, primero, y a buena parte del resto del país,
              después. Esa expansión, ese contagio de la revuelta, em-
              pero, tuvo otro catalizador: la impunidad con que la gente
              de los cerros y zonas marginales del país vio que actuaban
              los protagonistas de los saqueos. Las fuerzas públicas bri-
              llaban por su ausencia y, en muchos casos, se captaba la
              imagen de policías que dejaban a los alzados hacer de las
              suyas, cuando no los ayudaban a derribar una reja. ¿Cuál
              era entonces la razón —se preguntarían— para no salir
              a buscar gratis lo que nunca habían tenido?
                  Otro hecho grave fue la total ausencia de voz ofi-
              cial durante las primeras horas del estallido popular. Ni
              el presidente de la República ni sus ministros aparecían
              por ningún lado. Se llegó a especular después que esta fue
              una actitud preconcebida, con el fin de presionar luego al
              FMI para que flexibilizara sus imposiciones económicas y
              abriera al país las posibilidades de crédito. Solo que hubo
              un error de cálculo: no imaginaron las proporciones que
              adquiriría la revuelta. Por supuesto, el Gobierno negaría
              lo que calificó de conseja criminal. Lo cierto es que la voz
              oficial estuvo ausente, como también los partidos polí-
              ticos que no cumplieron su papel de mediación social. De
              manera que la única relación de la población con la rea-
              lidad, la tenían a través de los medios de comunicación
              social. Quizás estos, concentrados en su labor informa-
              tiva, no se percataron de que, en esos momentos de vacío
              político y de poder, ellos tenían el poder. Se limitaron a
              informar y, mediante sus mensajes e imágenes, a construir
              la realidad que llegaba a los hogares.

                                         85
   80   81   82   83   84   85   86   87   88   89   90