Page 41 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
al principio y con afiebrada rapidez luego, el país rural se
iba convirtiendo en un país urbano. Pero el petróleo, en
lugar de aminorar, acentuó las desigualdades sociales. La
distribución de la nueva riqueza nunca conoció la equidad
ni la justicia.
Hacia finales de la década de los cincuenta, las prin-
cipales ciudades empezaron a verse cercadas por los cintu-
rones de miseria. El campesino que abandonó su arado y su
conuco (pequeñas parcelas cultivadas) por una mejor forma
de vida en la ciudad, terminó viviendo en ranchos de lata y
cartón en las periferias urbanas. O en los cerros, colgando
de pendientes y quebradas, en ciudades como Caracas.
Toda la riqueza petrolera, todo el empeño urbanístico de la
dictadura de Marcos Pérez Jiménez, ni todas las promesas
de los gobiernos democráticos, lograrían acabar con el fe-
nómeno del rancho, albergue de un lumpemproletariado
que crecía cada vez más en los barrios marginales.
En su relación con la nación, las compañías petro-
leras imponían su propia ley. Juan Vicente Gómez los dejó
hacer y el país recibía un tributo injusto por la explotación
y exportación de su principal fuente de ingresos. Tal si-
tuación no varió con los sucesores de Gómez, los gene-
rales Eleazar López Contreras (1936-1941) y el general
Isaías Medina Angarita (1941-1945). Derrocado este en
octubre de 1945, la junta cívico-militar encabezada por
Rómulo Betancourt impondría la política conocida como
fifty-fifty, es decir, que las ganancias petroleras se repar-
tirían por igual entre las empresas extranjeras y el Estado
venezolano. Esa equidad tampoco existió.
La década de 1950-1960 tiene el sello de la dictadura
militar de Marcos Pérez Jiménez, quien es derrocado el 23
de enero de 1958. Años de la Guerra Fría, los gobiernos
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