Page 386 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
—Bueno, sí. Lo del periodismo vamos a dejarlo para
más adelante. Te puedo responder lo del escritor porque
me tocó justamente participar en una especie de antología
de textos que El Nacional, convocó y publicó en esa opor-
tunidad. En el caso mío particular, no sé si en el de los
demás, es una respuesta personal a un hecho que, como tú
dices, fue de parte del escritor casi una actitud periodís-
tica. Yo diría que cuando un narrador enfrenta el reto de
contar un suceso histórico de importancia, normalmente
él mismo se traza una distancia, espera que los hechos
se decanten, que el país atravesado por esa circunstancia
histórica madure, y él mismo madurar con ella para poder
narrar desde cierta perspectiva más allá de lo que sería jus-
tamente la del testimonio directo de la crónica periodística.
Esto es lo que normalmente ocurre, salvo que tú seas un
reportero de guerra, como por ejemplo es el caso de He-
mingway. Cuando el testimonio es directo normalmente el
escritor, salvo esos casos especiales, toma distancia.
—Obviamente, no fue lo que ocurrió con el Cara-
cazo; tu relato apareció cuando todavía la candela y el
humo impregnaban las calles.
—En este caso particular ocurre una especie de fusión
de las dos cosas, es el caso que nos ocupa, ya que es una li-
teratura por encargo; sí, por encargo, fue la primera vez en
mi vida que me tocó asumir, sin dejar de ser un narrador,
un hecho histórico de una manera tan próxima, tan inme-
diata, escribir literatura la misma semana en que se produ-
jeron los hechos: una semana después salió el texto, el 7 de
marzo, y creo que lo entregué dos o tres días antes, todavía
estaba humeando la ciudad. Yo tenía que escribir sobre
algo que estaba ocurriendo, acababa de ocurrir, y además
sin darle un tono periodístico, sino desde el punto de vista
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