Page 390 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
Yo lo había tomado así en algún momento; como vivía
en Terrazas de Santa Mónica, tenía allí, de la ciudad
humeante, algo así como un punto de observación.
—Una vez que escribiste el texto de esa muchacha
acribillada en el momento en que se mide el traje del
maniquí, ¿la imagen dejó de perturbarte, de acosarte?
—Bueno mira, no, no; yo diría que esa imagen más
bien me ha acompañado de alguna manera, ese cuento me
lo han pedido como para tres antologías. Por ejemplo, una
antología de Barrera Linares: él me pidió que le mandara
tres o cuatro cuentos míos para la antología y que él iba
después a seleccionar uno, y seleccionó ese, y en una opor-
tunidad fuera del país también lo seleccionaron; y en el
interior del país para una cosa periodística fue el que esco-
gieron. El cuento ya tenía como vida propia, él ha andado
por la vida a su propio paso, se independiza de uno. Yo le
tengo un particular aprecio al cuento como cuento.
—¿Por qué?
—Por eso, porque me permitió encontrar en mí una
posibilidad que yo ignoraba, que era la de hacer literatura
por encargo, como te estoy diciendo, de hechos absoluta-
mente inmediatos.
—Estuve leyendo una vieja entrevista que te hizo el
poeta Argenis Daza y de la lectura de tu novela Historias
de la calle Lincoln, veo que parte de tu obra se nutre de
tu experiencia, tu vida, de la realidad, es decir, ¿andas
siempre observando y anotando?
—Bueno, sí y no. Una cosa es que hagas esta cosa de
manera natural porque estás actuando como escritor per-
manentemente, y otra que alguien te señale un tema y te
fije estas circunstancias: «yo quiero que tú me hagas un
relato para mañana».
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