Page 370 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            me confieso (mea culpa) discípulo del hoy cuestionado
            nuevo periodismo (Dios tenga en la Gloria a Tom Wolfe
            y su pandilla), que preconiza la libertad total al momento
            de escribir una noticia. Precisamente, Wolfe publicó una
            crónica sobre lo que le ocurrió durante una manifestación
            antibélica frente a la Casa Blanca. Él escribió en tercera
            persona mencionándose a sí mismo como protagonista de
            los hechos. Siempre he pensado que quizás habría logrado
            un mayor impacto si escribe en primera persona, pero él
            escogió ese recurso y lo manejó con su usual maestría.
                En el caso particular de mi crónica, consideré que parte
            de la noticia eran mis propias impresiones y sentimientos,
            con los cuales seguramente se identificaría el lector, por
            lo menos el de la convulsionada Caracas de aquellos mo-
            mentos. Estoy convencido de que no tenía otra forma de
            escribir esa crónica. De haberme colocado como narrador
            impersonal, quizás pocos se habrían fijado en mi crónica
            (si es que el periódico hubiera siquiera decidido publicarla).
                —Muchos periodistas, tú entre ellos, recurrieron al
            auxilio de la literatura a la hora de redactar y, a la inversa,
            algunos literatos fungieron de periodistas en el trata-
            miento de un acontecimiento inmediato, de actualidad.
            ¿Por qué crees que lo hicieron?
                —Periodismo y literatura siempre han ido de la mano.
            De hecho, casi todos los grandes periodistas han sido lite-
            ratos (vuelvo a recordar a mis «grandes maestros» del nuevo
            periodismo). Lamentablemente, y permíteme la acotación,
            parece que hoy las escuelas de periodismo están graduando
            más «ejecutivos» de la prensa que periodistas, con toda
            aquella hermosa carga de bohemia y lirismo que estos te-
            nían hasta hace solo algunos años. ¡A los periodistas de hoy
            ni siquiera les gusta leer!

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