Page 363 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


                  Como periodistas, en esa semana nos enfrentamos
              a varias cosas que conocíamos solo en la teoría: especial-
              mente el miedo físico a ser víctima de la noticia. Además,
              experimentamos situaciones que muchos creímos utó-
              picas. Tal es el caso de la casi ilimitada libertad de prensa
              que se vivió los primeros dos días de la revuelta popular,
              gracias a la tardía reacción del Gobierno.
                  —Tú  vivías  para  la  fecha  en  la  parroquia 23  de
              Enero, donde la violencia es cotidiana. ¿Agregaba algo
              la revuelta popular a esa cotidianidad?
                  —Ya te referí al principio lo que observé el lunes por
              la noche al llegar al 23 de Enero: malandros y saqueadores
              compartiendo su botín con la comunidad. Estoy conven-
              cido de que muchos de esos «azotes de barrio» se dedicaron
              a procurar la seguridad de sus familias, amigos y vecinos.
              La preocupación era total. Sin embargo, y como lo rese-
              ñaron algunos colegas, también hubo lugar para apro-
              vechar el caos y resolver alguna «cuentecita pendiente».
              Así pudo ocurrir con uno de los vigilantes del estaciona-
              miento del edificio donde yo vivía, quien fue encontrado el
              martes por la mañana muerto a puñaladas. Un soldado, un
              francotirador o un «subversivo» en muy raras ocasiones, y
              especialmente en las circunstancias imperantes, se valdría
              de tal arma. También hubo reportes de personas asesi-
              nadas o heridas por proyectiles de calibres diferentes a los
              de armas militares.
                  —Regresabas a tu residencia la noche del 27 o 28
              de febrero y la noticia de un campo de batalla salió a tu
              encuentro; es más, te convertiste en parte de esa no-
              ticia, acorralado como quedaste entre francotiradores
              y el Ejército. ¿Qué significó esa experiencia, cómo la
              recuerdas?

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