Page 359 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
—en especial los más jóvenes— no hablan como catedrá-
ticos universitarios o locutores de radio o televisión.
—¿De qué medios o recursos te valías para burlar el
toque de queda y luego, al redactar, para evadir la cen-
sura impuesta?
—Los periodistas destacados por cada medio para cu-
brir los sucesos recibimos salvoconductos por parte de las
Fuerzas Armadas. Sin embargo, aunque eran muy útiles,
no garantizaban la seguridad, pues los soldados y policías
estaban muy agresivos y nerviosos. Por eso los bautizamos
como los «salgo-con-susto». Por mi parte, cometí la impru-
dencia de averiguar cómo era un toque de queda en la vida
real, pues la medianoche del 28 decidí hacer el recorrido
desde El Nacional hasta Parque Central manejando mi
Fiat sin acompañantes, con los vidrios abiertos, la luz inte-
rior encendida y «a paso de morrocoy» como lo exigían las
normas impuestas por el Gobierno. En ese trayecto, los mi-
litares me detuvieron en cinco oportunidades, e incluso en
una de ellas un oficial de la Guardia Nacional me pidió la
«cola» hasta la plaza Miranda. Tuve que devolverme desde
la avenida San Martín y luego de dejar al oficial «comerme
una flecha» dos cuadras por la avenida Lecuna, protegido
por efectivos de la GN, que hicieron un cordón por órdenes
superiores. En cuanto a la redacción, debo confesar que en
mi caso particular nunca tuve problemas con la censura
y mis trabajos fueron publicados tal como los escribí.
—Finalmente, Fabricio, ¿qué te dejó aquella terrible
experiencia como ciudadano y venezolano, y qué como
periodista específicamente, como reportero que cubrió
unos sucesos de semejante envergadura?
—Como venezolano, la certeza de no desear que se re-
pitan sucesos como esos en Venezuela, de que la violencia
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