Page 362 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
—Fue el «bautismo de fuego» para toda nuestra gene-
ración: periodistas, militares, políticos, médicos, juristas,
intelectuales, historiadores, vecinos. Todos vimos una Ve-
nezuela que nos pasaba desapercibida, pero que latía cada
vez con mayor fuerza. Todos vivimos una experiencia que
solo conocíamos por el relato de nuestros mayores o por
los noticieros internacionales. Nadie, ni nuestra genera-
ción ni las otras, estaba preparado para lo que ocurrió.
La anécdota de un excompañero de bachillerato, que me
asiló por un par de meses luego del Caracazo, es muy ilus-
trativa de lo que te digo. Su apartamento está en Bello
Monte, zona donde virtualmente no había ocurrido nada.
Allí llegué el viernes por la noche. El sábado, después de
desayunar, mi amigo, que es adicto al 5 y 6, me invitó
para que lo acompañara a sellar un cuadro de caballos. Le
dije que estaban suspendidas las garantías y que dudaba
mucho que hubiera siquiera establecimientos comerciales
abiertos, menos que el hipódromo La Rinconada estuviera
funcionando. Él no me creía e insistió. Bajamos hasta una
solitaria Sabana Grande ¡un sábado por la mañana… y en
quincena! El hombre al fin se dio cuenta de la gravedad
del asunto… aunque para disipar todas sus dudas visitó
tres o cuatro ventas de formularios hípicos. «Si el hipó-
dromo no funciona, el país esta grave», creo que pensó.
Todo estaba calmado en el área, pero de regreso pude
ver colas «clase-media-alta» frente a panaderías que aten-
dían como farmacias en fin de semana: por una ventanita o
por debajo de la santamaría semiabierta. Me llamó la aten-
ción ver mucha gente con bolsas de comida para perros. No
creo el rumor que circuló después, según el cual la com-
praban para tener algo que comer, pero sí me impresionó
la preocupación por las mascotas en esa difícil situación.
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