Page 244 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
años, de otro tiempos, y que él rescata de la única manera
posible: por magia y arte de la poesía, del poema.
Pero la ciudad que el poeta rescata y hace verbo, la
ciudad real y cotidiana, un día se ve incendiada por los
cuatro costados. Debió ser, para William Osuna, una ex-
periencia indeleble. Hombre de izquierda que cantó a la
revolución, el aplauso al pueblo alzado se confundía con
la agresión a la ciudad de sus amores profundos. Los de
abajo —«y el mundo de abajo sostiene tu mano»—, esos
con los que anduvo y marchó, ya no sostenían la mano de su
ciudad. La saqueaban, la profanaban, se celebraban en
su caos y sin embargo brilla un canto de «vida y esperanza»:
Pueblo mío, en este sitio donde caemos vencidos
El poema de la vida no queda lejos.
La ciudad saqueada es la misma ciudad amotinada,
alzada, solo que nadie dio a los marginados y excluidos el
título de ciudadanos. Pero esa periferia, los grandes super-
bloques que parecen gigantescos palomares, los cerros que
bajaron, los ranchos de cartón que se agolpan cuesta arriba
y que le parecieron a un visitante extranjero «nacimientos
vivientes» (belenes), los obreros de las fábricas, los marginales
que subsisten en la economía informal (buhoneros), los de-
sempleados que fatigan los bancos de las plazas y parques, los
niños de la calle de ojos brillantes como cuchillos y duchos
en todos los subterráneos, todo eso y todos ellos son Caracas.
Así la ve, la ama y asume el poeta, íntegra, indivisible:
Agua generosa y preciosísima
Fiel y verdadera
Manto de los humildes.
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