Page 241 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
y murió fusilado por sus propios compañeros. En Vene-
zuela, la década de la lucha armada, los violentos años
sesenta, estuvo signada no solo por el traqueteo de las
ametralladoras, sino también por una producción lite-
raria en la que la poesía se hizo militante y tomó las ca-
lles, como reclamarían años después las consignas del
Mayo francés de 1968. Y al hacerse militante la poesía, los
poetas conocieron la represión, la cárcel y el exilio. Luego,
pasados los años de la violencia, los poetas no se olvidaron
de su entorno, solo que del canto a las armas, volvieron
la vista hacia la sociedad, la burguesía, el consumismo, la
burocracia y, sin lugar a duda, la ciudad. La poesía ur-
bana, para llamarla de alguna manera, enfrenta, ama y le
canta a una ciudad —Caracas— cuya identidad va siendo
desdibujada por el petróleo. En ella se manifiesta, como
en ningún otro ámbito de la vida nacional, la contradic-
ción de dos países —el pobre y el opulento—, fruto de la
desigual distribución de una súbita riqueza petrolera. Hay
una poesía de la nostalgia que añora a la ciudad de los te-
chos rojos y las tradiciones perdidas. Y otra que acepta su
ciudad tal como es, su evolución, sus cambios y, no obstante,
se pelea y confronta con ella. En esta última se inscribe la
poética urbana de William Osuna.
Caraqueño, Osuna nació en la populosa parroquia
Santa Rosalía, en 1948. Este año fue derrocado por un
grupo de militares el presidente constitucional de la Re-
pública, don Rómulo Gallegos, célebre autor, entre otras
novelas, de Doña Bárbara, una de las obras cumbre de la
literatura latinoamericana del siglo XX. Con la caída de
Gallegos se trunca un período democrático que se inició,
paradójicamente, con un golpe militar. Fue un paréntesis
(1945-1948) de libertades públicas, en un país que entró
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