Page 214 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            «cerrrícolas» inventada  por el  escritor le  da una  entidad
            e identidad a los habitantes de los cerros; no eran unos ex-
            traterrestres, estaban allí, arriba en el cerro, día y noche,
            mirando hacia la gran ciudad que no quería verlos. Esos
            cerrícolas, además, no se quedaban allá arriba en su con-
            templación; bajaban del cerro y se confundían con los cara-
            queños, andaban por calles y avenidas y, un día cualquiera,
            podrían bajar en masa. «Cuando bajen los cerros» era un
            decir hasta que, el 27 de febrero de 1989, se hizo realidad.
                Ya antes lo habían hecho en la literatura, en la ficción.
            Y Ángel Gustavo Infante los volvió a captar y a plasmar en el
            lenguaje escrito el día del Caracazo. Para el narrador, que ya
            los había frecuentado, los cerrícolas no resultaron una sor-
            presa y volvió a dialogar con ellos a través de ellos mismos.
            Sus personajes literarios —los cerrícolas— andaban por las
            calles derribando rejas de seguridad, saqueando negocios,
            enfrentando a las fuerzas del orden público y eran proyec-
            tados al mundo por todos los medios de comunicación. Eran
            personajes virtuales gracias a los medios; ficticios, merced a
            la creación literaria, pero fundamentalmente, reales, vivos,
            actuantes. La gran ciudad, que los prefería objeto de estu-
            dios académicos, lo supo el 27 de febrero de 1989, debido
            a la explosión social del Caracazo.
                El relato de Infante, publicado en el Papel Literario
            ya citado, cuenta una de las miles de historias que co-
            rrieron por la ciudad después de la revuelta popular; la de
            un joven pobre, muerto en el intento de resolver su situa-
            ción económica y social en un solo día. Porque muchos,
            millares de venezolanos, vieron en el caos y la anarquía
            del Caracazo la oportunidad de superar sus privaciones
            y de acceder al lujo y al confort que solo conocían a través
            de la televisión y sus ofertas publicitarias. Ese mundo de

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