Page 217 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
muerto de «disfrutar de su primer toque de queda», san-
grienta burla del estado policial y militar del que fue víc-
tima el difunto. De haber bajado a los saqueos cansado de
los «papeluchos que nos asigna Caracas», crítica mordaz
de la concepción que de los marginales tiene la gran
ciudad. Le cuenta del soldadito al que provocó con su sil-
bido, pero «como somos invisibles, se fue». Esta imagen
remite a dos lecturas: la invisibilidad del barrio porque
nunca la sociedad mira hacia allá (o se hace la que no ve
la miseria que la rodea), y la que han desarrollado los ex-
cluidos para que las fuerzas públicas nunca puedan dar
con ellos.
El Caracazo permitió a los marginales, por un día,
comer carne de primera y beber vino y escocés. El na-
rrador lo celebra, como también el que en los saqueos
cargó con un espejo «que me devuelve, al menos, un
rostro de yuppie». Es una imagen terrible y conmovedora.
En verdad, por ese día, los excluidos de la renta petrolera
tuvieron (o mejor, se vieron) otro rostro: de yuppies, de
ejecutivos, ¿de incluidos? La ciudad que los negaba era
suya… por un día. Es la gran metáfora de este relato. Fue
la ilusión hecha fugazmente realidad de los saqueadores. El
precio: unos tres mil muertos según las ONG; trescientos
en las cifras oficiales, más los que nunca aparecieron.
El relato se hace fugazmente académico, desde un
punto de vista narrativo, en el pasaje que dice: «Tú que-
daste en el intento por obtener lo que te hubiera costado
6
toda una vida de privaciones» . De un lenguaje literario,
construido con imágenes sencillas, se pasa a uno discur-
sivo, argumentativo, opinático. Sin duda, el autor del texto
6
Ibid., p. 12.
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