Page 209 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera
larga elipse desde el escalón del vestíbulo hasta el límite
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de la vidriera destinada a los modelos cocktail, ahora rota .
Este primer párrafo encierra una paradoja entre el
cuerpo inerte y el movimiento que dibuja, producto de
una acción cortada —la huida— y el impacto de un pro-
yectil. Todo es muy rápido y se cierra con una imagen es-
tática: el cuerpo inerte como otro modelo cocktail, en el
límite de la vidriera, «ahora rota». La vidriera rota es una
metáfora del país, de lo que ocurrió ese 27 de febrero.
La democracia venezolana era la vitrina de América La-
tina, según la imagen de un político —Rafael Caldera—,
no de un literato. Esa imagen fue rota con el Caracazo. Las
desigualdades, la violencia, la pobreza que se disimulaban
tras los «modelos cocktail» salieron a relucir. Los grandes
líderes políticos venezolanos, si de algo se lamentaron, fue
de la ruptura de esa vitrina. Carlos Noguera, con ironía,
muestra esa metáfora del país. La vitrina, «ahora rota».
El narrador, con técnicas cinematográficas, nos ofrece
imágenes que luego borra o les superpone otras. Desde la
perspectiva del policía que disparó, miramos a una mu-
chacha sobre otra, como si estuvieran besándose. Pero al
cambiar de óptica y colocarnos en el ángulo del cama-
rógrafo extranjero veremos un maniquí y el cuerpo de la
muchacha que recibió el disparo. La joven se había puesto
un vestido de encaje, se sintió modelo; en medio del caos
y los saqueos, vio la oportunidad de cristalizar su sueño:
acceder al lujo, subir de estatus, alcanzar lo que la realidad
le negaba y prohibía. ¿Cuánto de eso fue el Caracazo?
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Carlos Noguera, relato sin título publicado en «Todavía hay gente
que sueña», Papel Literario de El Nacional, Caracas, 7 de marzo
de 1989, p. 12.
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