Page 171 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              lenguaje impersonal, la narración de sus propios temores
              por parte de un reportero impactan positivamente a los lec-
              tores y, porque ellos están pasando por lo mismo, a través de
              la lectura se establece una relación solidaria. El periodista,
              el que nos da las noticia, de pronto es parte de la noticia.
              Es gente como uno. Virtud de la crónica.
                  Quien escribe desde el miedo, está más interesado en
              contar que en cantar. La paradoja, esa figura retórica que
              encierra una contradicción o une situaciones contrapuestas,
              aparece más como realidad que como recurso estético
              o elaboración lingüística. Los agitadores oponen a los es-
              tallidos de las granadas y los disparos, la reminiscencia de
              consignas de otros tiempos: «El pueblo… unido… jamás
              será vencido», «Pueblo… escucha… únete a la lucha». Con-
              signas apagadas por el estruendo de las armas de fuego.
                  Cuando las palabras pierden su capacidad de expresión,
              las onomatopeyas rescatan la semántica, aquello que se
              quiere significar sin encontrar cómo. Por eso la soldadesca
              avanza disparando con su «zum… zuuuuuummmmm…
              pun… ratatata». Se quiere que el lector oiga, mucho mejor,
              que se sienta en el escenario, en el lugar de los hechos. El
              recurso, ya empleado en la literatura, fue reivindicado por
              el nuevo periodismo estadounidense como procedimiento
              eficaz para llegar a los sentidos del lector: olfato, oído,
              gusto. Tal el «Ba-ram-ba-ram-ba-ram-ba-ram» de Tom
              Wolfe para comunicar el golpeteo de un bastón contra el
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              suelo en su reportaje «Maumando el parachoques» . Pá-
              rraga, por su parte, registra el sonido del avance de las
              tropas disparando, no con palabras sino con signos que
              expresan el sonido.


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                 Tom Wolfe, ob. cit., p. 203.
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