Page 166 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo
Ojeda, para dar un poco de orden a la escritura y, sobre
todo, a la lectura, hubo de recurrir a la narración escena
por escena. Para ello utilizó en función del lector la nu-
meración y dividió su texto en siete partes. Los números
daban un orden a ese salto de una escena a otra, lo que
recuerda el procedimiento cinematográfico del montaje.
El saqueador inicia su monólogo hablando de su estado
anímico «ese lunes», la resaca por la farra de la víspera, los
reclamos de su madre y «un pana» (amigo) que pasa y le
dice que en Guarenas había disturbios y, para darle vera-
cidad a sus palabras, añade haberlo oído por la radio.
En la parte dos, el personaje sigue divagando sobre
la situación laboral, su flojera del día, el calor, la aparente
tranquilidad e introduce a otras personas que le corroboran
los disturbios de Guarenas y su propagación al Nuevo
Circo de Caracas. El Caracazo se estaba gestando sin que
los caraqueños siquiera lo imaginaran.
Ya en la parte tres, el protagonista habla de saqueos.
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«Fue la primera vez en mi vida que vi un saqueo» . Los
disturbios se han extendido, pero todavía nadie habla de
explosión popular ni de anarquía.
La escena cuatro resulta anecdótica y un tanto có-
mica. Unos turistas se detienen y bajan de su autobús para
tomarse fotos con los policías. Aquellos disturbios, a lo
mejor, les parecían parte del folclore o de la cotidianidad
de un país tropical. Por poco los linchan. Por primera vez,
el saqueador-narrador habla de «turbas». Uno de los pocos
descuidos del periodista, pues esa no es palabra del léxico
marginal. Los cerros empiezan a bajar.
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Fabricio Ojeda, «Yo, saqueador», Cuando la muerte tomó las calles,
Ateneo de Caracas-El Nacional, Caracas, 1990, p. 30.
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