Page 163 - Fricción y realidad en el Caracazo
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earle herrera


              periodista o narrador debe cuidar su lengua, mordérsela,
              como se dice popularmente, evitar que se entrometa en un
              léxico que no es el suyo y en una jerga que no le pertenece.
              Precisamente por eso, debe investigar muy bien esa jerga
              y ese léxico, única forma de registrarlos con fidelidad, de
              modo que en ningún momento el monólogo se caiga, se
              descubra y el artificio literario devenga en un mal truco.
                  Ojeda deja entonces hablar al saqueador en la jerga
              del barrio, el calé que identifica a los marginales de los ce-
              rros caraqueños y que los distingue de la población pro-
              fesional o clase media. Abundan los registros del habla
              popular, de alguien que en tono coloquial cuenta su ex-
              periencia, de uno de los miles de pobres que, aquel 27 de
              febrero de 1989, bajaron del cerro a tomarse por sus propias
              manos lo que la Venezuela petrolera y ostentosa siempre
              les negó. Sirvan de muestrario del habla marginal los
              siguientes ejemplos:

                    —Siguió refunfuñando mientras me vestía, hablando
                    que si de la crisis, la peladera…*
                    [*Peladera, estar pelando, significa falta de dinero, andar
                    limpio].

                   —El domingo lo había pasado en la playa con la jeva*
                     y una bombona de anís*.
                   [*Jeva: novia. *Bombona de anís: botella de licor de anís].


                   —Ya me daba flojera bajar a buscar chamba*.
                   [*Chamba: trabajo, empleo].


                    —Ahí fue cuando unos chamos bajaron corriendo.



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