Page 160 - Fricción y realidad en el Caracazo
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ficción y realidad en el caracazo


            sucesos del 27-F —un aspecto de estos— desde la voz de
            uno de sus protagonistas populares. El periodista desapa-
            rece de la escena. En literatura estaríamos refiriéndonos
            al monólogo, de alguien que va hablando solo sin impor-
            tarle si lo oyen o no, con sus sueños y miserias, esperanzas
            y escepticismo. Cuenta lo que ocurre a su alrededor, pero
            al mismo tiempo nos cuenta su vida cotidiana, que es la de
            cualquier vecino del barrio. De allí su alcance revelador,
            su conmovedora picardía, ingenua frente al dramatismo
            de los hechos.
                Quien narra es un «malandro», un holgazán del cerro
            que entre rumbas y farras se pasa la vida pensando —y solo
            pensando— en salir a buscar trabajo. Su madre lo mantiene
            y vive peleándole su holgazanería. Este hombre joven la
            tranquiliza con la promesa de supuestas e ilusorias ofertas
            laborales. En realidad, con el portugués del abasto con-
            sigue prestado el periódico del día y se le ve hurgando en
            los avisos clasificados de los empleos. Aprovecha para leerse
            el resto del diario por lo que, en el barrio, es un sujeto «in-
            formado», un «pico de plata» que habla de cualquier cosa
            sin saber de ninguna. No es delincuente, sino un desem-
            pleado de oficio, «preocupado» por los problemas del país
            y el mundo. Un personaje, pues. Un hablador inofensivo.
                La técnica que emplea Ojeda no es nueva, pero tam-
            poco común en el periodismo convencional, serio, que
            hace de la objetividad un altar y de la pirámide invertida
            un fetiche. Por eso mismo, encontrar un texto periodís-
            tico de estas características en un diario como El Nacional,
            resultaba sorprendente y agradable para los intelectuales,
            curioso para los académicos y desconcertante para el lector
            común del periódico, quien no quiere sorpresas ni enredos
            literarios.

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