Page 76 - El cantar del Catatumbo
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en la conformación de estos poblados: el janoko (la casa
del warao; el jojonoko, espacio destinado a la celebración
de ceremonias religiosas y fiestas y el jebu a janoko, una
suerte de pequeña casa hecha con palmas de temiche que
protege a una piedra del río que encarna al espíritu del
Kanobo, abuelo o ser supremo ).
Esos janokos aparecen de tanto mientras uno navega el
delta. Sin paredes, abiertos a la brisa, como un esqueleto
oscuro de la misma selva donde se guarecen. En puntas
de pie para que no los toque el Orinoco que viaja hacia
el océano, lleno de grandes peces, de cielos y toda la
selva con sus pájaros, con todas sus criaturas, hundidos
hacia otra dimensión en el reflejo de la corriente. Como
si se llevara en una delicada ensoñación el mundo para
siempre, entre las sonámbulas plantas acuáticas (la bora)
y el laberinto de los manglares.
De ver a esos hombres y mujeres nació este poema
titulado Waraos, de mi libro Guarán, que tal vez cuente
con mayor síntesis, aunque no sé si con mayor fortuna,
como los he visto:
La canoa lo hizo al warao
palo cavado.
De canoa su estarse yendo
con toda la hondura adentro.
En la penumbra huesuda de los palafitos
sobre la basura ahogada
y el cangrejal vivo.
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