Page 126 - El cantar del Catatumbo
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A la vera de la ruta se venden juguetes y caballitos de
madera.
Y siguen en el rumbo los zapotes, los plátanos, los
aguacates. De pronto un letrero extraño: “El Señor se
ha manifestado frente al pecado por segunda vez”. Y tras
la admonición, alcanzamos el río Bum Bum que tiene,
ahogados bajo el cauce, secretos petroglifos.
En Socopó damos con la reserva forestal de Sicoporo.
Casi 3.000.000 de hectáreas devastadas en los últimos
cincuenta años. El desmonte ha disminuido el caudal
del río Tipocoro que riela temblando de ámbar lechoso.
Por allí se encuentra Sico, un pueblo que creció con la
explotación forestal y, aunque está a 200 kilómetros
del límite con Colombia, conserva junto al aluvión de
comercios esa intemperie arrancada de los pueblos de
frontera. Lo escolta el río Mirí, arcilloso.
Y ya estamos en Macagual (lugar de la macagua,
serpiente venenosa ). Esta víbora se parece a la liana
del bejuco. De allí el refrán que dice:“Al que lo muerde
macagua, bejuco le para el pelo”.
Aquí, en estos campos, José Esteban Ruiz Guevara
descubrió los sitios rituales de los pueblos originarios.
Y sigue el arpa de agua. Con el río Quiu, transparente
y distraído (y sigo yo adjetivando para recordarlos), tras
el cual vuelve a verse el llano rumoroso de árboles. Una
región que con la infraestructura adecuada puede con-
vertirse en un centro importantísimo de preservación
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