Page 128 - El cantar del Catatumbo
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Y da la sensación de que el pueblo se está yendo, para
no volver nunca.
De noche un relámpago interminable alumbra las
paredes del cementerio donde han pintado el llano que
parece velar los espacios extraños de estas lejanías.
Tras dos días de pernoctar en Cantón, hacemos una
incursión hacia la frontera colombiana.
Apenas entramos en el estado de Apure retornan las
carnicerías del llano. Las boas y las babas muertas en
la carretera.
Es zona del ELN, de los contrabandistas y de los pa-
racos que, con la anuencia tácita del gobierno de Uribe,
entran a Venezuela, a ensangrentarla. De hecho, a los
pocos días en Barinas se hallaron los cadáveres de veinte
venezolanos, gente del pueblo, víctimas de Los Aguilas
Negras , así se hacen llamar estas siniestras huestes de
la reacción en Colombia.
De vez en cuando entre la fronda del monte, se ven
botellas de plástico colgadas de los árboles. Son señales,
mensajes que deja esta guerra oculta y silenciada por los
medios de difusión del extranjero.
Los controles militares se suceden. De pronto, en un
puesto de vigilancia junto al río Sarare, un gendarme
me increpa, imperioso, amenazante: “¿En qué trabaja
usted?”. Yo, recordando la alta estima que tienen en
Venezuela por la poesía, le respondo: “Soy poeta” Fue
decirlo y el hombre amansó el tono y cordialísimo,
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